Identifíquese

Hay muchas formas de mostrar tu compromiso con el medio ambiente; Desde beberte la cerveza directamente del grifo para no tener que reciclar el vidrio de los botellines hasta alimentarte de tus propios excrementos, el abanico es amplísimo. 
Ambas opciones son buenas, pero personalmente aporto mi granito de arena en el trabajo. En cuanto me pongo el uniforme, me convierto en un electrodoméstico A+; mi gasto de energía es mínimo.
Así que aquí estoy en el acceso al módulo, una vez más, cuidando mi entorno. Y aprovechando que Jesús, un compañero, está tomando los nombre de los internos que van a salir al campo de fútbol, me he quedado en stand-by, para ahorrar más energía aún. Aunque visto desde fuera, admito que podría parecer que estoy dormitando, no es así en absoluto. Permanezco alerta al cien por cien.
Los internos van saliendo de uno en uno por la puerta, dándole antes su nombre a Jesús, que lo anota en una libretilla. El monótono soniquete de las preguntas y respuestas es soporífero como una nana.
- ¿Nombre?
- García Rodríguez
- ¿Nombre?
- Montoya Carmona
- ¿Nombre?
- Artero Martín.
- Ya, y yo me llamo Jesús. Dime tus apellidos, anda.
El interno está perplejo. El cambio de ritmo en la conversación me ha reactivado, porque no olvidéis que no estaba dormido sino en stand-by.
- Esto... Artero Martín, don Jesús.
- Que si. Pero tendrás apellidos, ¿no?
El interno empieza a sudar y a mirar nervioso a ambos lados. No entiende la situación. Yo tampoco.
- Yo... ¡Artero Martín, don Jesús!.- Su exclamación suena a súplica. A Jesús se le está acabando la paciencia, pero es un profesional y sabe que el único que no puede perder la calma en un patio, cualquiera que sea la situación, es el funcionario. Vuelve a la carga, y habla al interno como hablaría a su hijo.
- Que siiii. Pero seguro que tu nombre es más largo, ¿a que si?
- Artero Martín, Mateo don Jesús.-
- ¿Ves? No era tan difícil. Venga Alfredo, pasa para el campo.
El interno sigue sin entender nada, pero no discute y se pira hacía el polideportivo lo más rápido que puede. Yo me doy una sonora palmada en la frente. Jesús levanta los ojos de su lista y me mira.
- ¿Que te pasa a ti?
- Nada, que me acabo de acordar de una cosa.
- Ah.
- Jesús... Tu, ¿que tal vas del oído?
- Pues perfectamente. No he oído a nadie quejarse.
- Te creo.
Jesús vuelve a su lista, y lee para si mismo.
-Alfredo Martín Mateo. Que curioso, los apellidos también son nombres. Me pregunto si se habrá dado cuenta el descerebrado ese.

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