Grandes Planes. El desenlace. 1ª parte.



 Con todo ya organizado, Cansado sólo tenía que esperar al momento propicio, o propiciar al momento para no tener que esperar. Claudia llegaba con su Pegaso a eso de las nueve y se marchaba a las once. No era necesario montar una maniobra de distracción para ella, porque ella misma estaría maniobrando para montar a su 'distracción'. Pero había que hacer algo con el Funcionario encargado del taller para asegurarse de que no estaría mirando en la dirección oportuna. Así que Cansado sobornó con un par de paquetes de 'Chester' a dos de los internos encargados de cargar el camión y, con una zancadilla y un empujón, se puso en marcha la ruleta.

  Eran casi las once, y la cabina del vehículo se agitaba con unos últimos estertores apasionados. Sobre la rampa que unía la caja de carga con el muelle, tres o cuatro internos  pasaban adentro cajas de ajos con unas carretillas. El Funcionario hacía crucigramas en su cabina. Súbitamente, uno de los internos encargados del manejo de las cajas cayó cuidadosamente al suelo, y acusó a otro de haberle hecho tropezar. Se agarraron de la pechera con un entusiasmo muy tibio, pero sin dejar de dar grandes voces. El Funcionario levantó la vista de sus pasatiempos, y acudió rápidamente a separar la pelea.
 Cansado aprovechó para escabullirse de su mesa de trabajo, y se perdió entre la vieja maquinaria en desuso. Allí procedió a untarse la cara, el dorso de las manos y cualquier trozo de piel a la vista con la negra grasa industrial. El  maquillaje lo favoreció. Cualquier cosa que le ocultase las cinco estrellas de la frente y las reflexiones que exhibía tatuadas en las manos lo favorecía. También utilizó la grasa para ensuciar las franjas blancas de su chándal. El resultado fue una huidiza silueta completamente negra, como un Baltasar de cabalgata de pueblo intentando escaquearse de los niños.

 Mientras Cansado completaba su indumentaria de camuflaje, Claudia había salido ya de su nido de amor y se encaminaba a grandes zancadas hacia la parte trasera del camión, colocándose a la vez el pelo y las tetas en su sitio. El resultado no fue el óptimo, hay que decirlo, y un poco asustados por su desaliñado aspecto, otro poco por las voces que daba, y un mucho porque un paquete de 'Chester' da para armar un poco de lío pero no para ganarse un parte, los internos decidieron quitarse de en medio y volver en silencio a su tarea. No obstante, estos últimos coletazos de la trifulca fueron suficientes para que Yuri bajase silenciosamente le la cabina mientras se sujetaba los pantalones a medio caer, y para que Cansado Demás se colase debajo de la enorme mole del Pegaso. Allí, trepó bajo la caja de carga del vehículo y se colocó boca abajo, a cuatro patas, haciendo presión con brazos y piernas contra las dos gruesas vigas de metal que formaban el chasis del mismo. La postura no era demasiado incómoda, y, si no había dilaciones inesperadas, no haría falta mantenerla ni media hora. Además , el gimnasio lo había puesto más fuerte de lo que había estado nunca, y eso le daba confianza.

  Los dos mayores peligros, sin contar a los Guardias, eran a la vez dos de sus mejores bazas, las que le habían hecho fijarse en ese viejo cacharro en concreto. Uno era el árbol de transmisión, la barra de metal de la que ya hemos hablado, que recorría longitudinalmente los bajos del vehículo y quedaba situada justo debajo de él a menos de medio metro de distancia. Lo bueno era que lo ocultaba en gran parte. Lo malo, que en marcha esa barra estaría girando, y en caso de caída lo empujaría directamente hacia las ruedas traseras. Y nada de agarrarse a ella: El segundo peligro era que esa barra estaba completamente cubierta de grasa , lo que la convertía en un objeto terriblemente resbaladizo pero había causado que, con el pasar de años y kilómetros, y a fuerza de salpicar, se formase bajo la panza metálica una masa gruesa y negra. En medio de esa costra de grasa, Cansado se volvió invisible.

Ahora sólo había que apretar el culo, aguantar fuerte, y cruzar los dedos.





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