Grandes Planes. Cuarta parte.



  Claudia Chófer se llamaba Claudia, realmente, y trabajaba de chófer. Aparte de este juego de fonética y del hecho de ser rubia, nada la asemejaba a una Top Model alemana.  Y así debía de ser, porque hacer girar el volante sin asistencia de un camión de treinta y ocho toneladas es incompatible con lucir una talla treinta y cuatro. Sí que es cierto que la ruta entre el taller de ajos de la prisión y la nave de logística de la empresa no era muy larga, y de hecho casi la podías seguir en su totalidad desde las ventanas de la segunda planta del módulo principal: Tras salir de la nave de empaquetado y atravesar el patio, su camión se detenía ante una verja controlada desde una garita por un Funcionario. Una vez abierta ésta, seguía un descenso de algo más de medio kilómetro, con cuatro curvas de ciento ochenta grados, hasta el rastrillo de la entrada principal. Ahí, todos los vehículos se paraban un instante mientras se activaba el motor de la verja esclusa y la primera de las dos cancelas se deslizaba hacia un lateral. En cuanto había finalizado su recorrido, el vehículo entraba en la esclusa, y la verja se volvía a cerrar, bloqueándolo por completo. Claudia, y como Claudia el resto de conductores autorizados, se bajaba del camión para dejar acceso a la cabina a un Guardia Civil que registraba la misma, y de paso recogía su DNI a la vez que entregaba su tarjeta de identificación interior en la cabina de recepción. Mientras un guardia registraba la cabina, otro hacía lo propio con la caja de carga, y un funcionario inspeccionaba los bajos del vehículo con una especie de palo de selfie invertido y dotado de un espejo de buen tamaño.

   Una vez comprobado que no había ningún polizón en la nave, se accionaba el motor de apertura del portalón exterior, y el vehículo salía a la calle. El Pegaso de Claudia giraba en este punto siempre a la derecha, y tras recorrer un tramo de  alrededor de un kilómetro y medio partido en dos mitades casi iguales por una rotonda, desparecía de la vista en un pequeño polígono industrial donde estaba ubicada la nave de logística de su empresa. El recorrido total, incluyendo las paradas en los rastrillos, estaba siempre entre los diez y los quince minutos.

  Y esa era la rutina; Claudia llegaba cada mañana, entraba con su 'cuatro ejes' en la nave de ajos, y se quedaba por lo general descansando en la cabina, o controlando el proceso de carga. Era la única de entre los conductores que lo hacía, y por un motivo (que luego fueron dos): El resto de camiones eran articulados, y sus chóferes simplemente desenganchaban la cabeza tractora del remolque, y se largaban pitando en ella a tomar un café o a hacer otras entregas. Un par de horas después, regresaban, enganchaban su remolque ya cargado o descargado, y salían de prisión hasta el día siguiente. Pero Claudia no podía hacer esto con su vehículo, porque era rígido, así que aprovechaba esas dos horas para descansar o revisarlo. Y fue en una de estas revisiones donde conoció al segundo motivo que la impulsaba a quedarse en la nave de carga: Yuri.

  Yuri era un simpático y fornido veinteañero moldavo al que habían pillado con un camión lleno de cocaína sólo unos pocos kilómetros antes de la frontera con Francia. Era guapo, divertido, y tenía dos cosas en común con Claudia: A ambos les gustaba la mecánica y los vehículos pesados. Y, aunque por motivos diferentes, ambos llevaban sin follar mucho más tiempo del que deseaban. Un día, Yuri se interesó por lo que parecía un sonido de vibración en el árbol de transmisión del Pegaso, una enorme barra giratoria de acero, de varios metros de longitud, que transmitía la potencia del motor al eje trasero y que  de paso salpicaba de grasa toda la parte inferior de la caja de carga. Y como pasa siempre cuando el hambre se junta con las ganas de comer, la cosa terminó en merienda. Se empieza por un arreglo mecánico, se acaba sucio de grasa y sudor, se hacen un par de comentarios jocosos sobre barras cilíndricas duras y lubricadas, y se acaba en la cabina de un camión follando como si lo fuesen a prohibir mañana. Lo de siempre, si no os ha pasado es que no habéis vivido. Lo siento.

Y hasta aquí todos los elementos de la trama, si habéis tenido paciencia para leerme hasta ahora, mi agradecimiento y admiración. En el próximo capítulo, el desenlace.

 

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