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Mostrando entradas de enero, 2017

Cuando el amor llega asi, de esta manera...

  ''Cuando miro tu afoto     y veo tus ojos morena     pillo a mi machaca*     y me lo quilo* en mi celda'' (Poema leído en el exterior del sobre de una carta dirigida por un interno a su pareja)  Eran casi las dos de la madrugada. En la oficina del módulo 5, vuestro amigo Jaime, el Funcionario de Prisiones, luchaba contra el sueño tirado en un sillón, bueno, digamos 'vintage'. En el televisor, un inglés con pinta de militar y ropa del Decathlon me enseñaba a sobrevivir comiendo mierda de ciervo. Si un día me llego a ver en esa tesitura, pensé, pongo a secar el zurullo, lo afilo contra una piedra, y me corto las venas con él. El timbre del teléfono me apartó, por suerte, de tan sombríos pensamientos.     Era el Jefe de Servicios. Según me dijo, lo acababa de llamar el  Guardia Civil al mando de la vigilancia del perímetro para informar que un interno estaba hablando a gritos con una persona de la calle. Le contesté que daría una vuelta a ver, y colgué.

Venganza

   Ledesma odiaba a los internos, por muchos motivos. Uno de los principales era que él mismo era un interno. Pero él, claro, no era como el resto. El resto eran un montón de yonquis, traficantes, ladrones, chulos, violadores y , lo peor de todo, etarras, que formaban un vertedero humano al que un juez 'progre' le había desterrado amparándose en unas leyes creadas por esa banda de lesbianas sin depilar, las feministas. Así, todo del tirón y sin respirar. Porque él no había hecho nada. Al menos, nada malo. Porque donde se ha visto que soltarle un par de bofetones a tu mujer (así, con la mano abierta, que de haber querido hacerle daño, le pego con el puño y la deshago, ¿sabe?) cuando se pasa de lista esté mal. Mal está lo contrario, porque si no la corriges, va a peor (¿sabe?, y entonces es cuando algunos las matan. Y eso pasa por no darles un bofetón a tiempo).  En otros tiempos, si a su mujer se le hubiera ocurrido ir a comisaría, la hubieran mandado a casa a que le preparase l

Malas decisiones

    Aproveché que había dejado de llover para salir a fumar un pitillo a la puerta del módulo de aislamiento. A través del claro en el cielo se escapaban algunos rayos del sol de la mañana, clavándose en los ojos como agujas. Pero el viento empujaba con rapidez el claro hacia el interior, y las nubes negras que se acercaban desde la costa no daban motivos para el optimismo. La calma iba a durar poco. Así fue. Y ni siquiera hizo falta esperar a la lluvia.   Apenas llevaba un par de caladas cuando percibí un movimiento en la calle que unía el patio principal con el módulo en el que yo estaba de servicio esa mañana. Era un interno, que avanzaba mirando al suelo con ritmo irregular seguido de cerca por dos de mis compañeros. El  tipo era de estatura media, pero los dos funcionarios, que no bajaban del metro noventa, lo hacían parecer pequeño. Cada vez que su paso dudaba o se hacía más lento, una mano se apoyaba en su hombro y le ayudaba a recuperar el ritmo. Llegaron a donde yo me enco

Grandes Planes. El desenlace. 2ª Parte.

Claudia firmó el albarán, y subió a la cabina. Bajo la panza del camión, Cansado Demás pudo oír la puerta cerrarse antes de que el motor arrancase y su ensordecedor ronroneo apagase cualquier otro sonido del exterior. El cacharro temblaba bastante al ralentí, pero se aguantaba el equilibrio más o menos sin problema. Al menos en parado. En marcha y con baches... Ya veríamos.   Permanecieron inmóviles un par de minutos, para permitir que el sistema de aire cogiese presión. Finalmente la conductora engranó la primera velocidad, y se pusieron en marcha. Ahora todo era cuestión de controlar a la perfección los tramos. Tras un poco menos de cinco minutos rodando a la velocidad de una persona a pie, se detuvieron. Estaban ante la primera verja, la que separaba el patio de internos de la carretera de bajada a la Puerta Principal. Claudia mostró su identificación al funcionario, y éste subió a la garita de control para accionar el botón de apertura. La verja se desplazó lentamente a un lado

Grandes Planes. El desenlace. 1ª parte.

 Con todo ya organizado, Cansado sólo tenía que esperar al momento propicio, o propiciar al momento para no tener que esperar. Claudia llegaba con su Pegaso a eso de las nueve y se marchaba a las once. No era necesario montar una maniobra de distracción para ella, porque ella misma estaría maniobrando para montar a su 'distracción'. Pero había que hacer algo con el Funcionario encargado del taller para asegurarse de que no estaría mirando en la dirección oportuna. Así que Cansado sobornó con un par de paquetes de 'Chester' a dos de los internos encargados de cargar el camión y, con una zancadilla y un empujón, se puso en marcha la ruleta.   Eran casi las once, y la cabina del vehículo se agitaba con unos últimos estertores apasionados. Sobre la rampa que unía la caja de carga con el muelle, tres o cuatro internos  pasaban adentro cajas de ajos con unas carretillas. El Funcionario hacía crucigramas en su cabina. Súbitamente, uno de los internos encargados del manejo

Grandes Planes. Cuarta parte.

  Claudia Chófer se llamaba Claudia, realmente, y trabajaba de chófer. Aparte de este juego de fonética y del hecho de ser rubia, nada la asemejaba a una Top Model alemana.  Y así debía de ser, porque hacer girar el volante sin asistencia de un camión de treinta y ocho toneladas es incompatible con lucir una talla treinta y cuatro. Sí que es cierto que la ruta entre el taller de ajos de la prisión y la nave de logística de la empresa no era muy larga, y de hecho casi la podías seguir en su totalidad desde las ventanas de la segunda planta del módulo principal: Tras salir de la nave de empaquetado y atravesar el patio, su camión se detenía ante una verja controlada desde una garita por un Funcionario. Una vez abierta ésta, seguía un descenso de algo más de medio kilómetro, con cuatro curvas de ciento ochenta grados, hasta el rastrillo de la entrada principal. Ahí, todos los vehículos se paraban un instante mientras se activaba el motor de la verja esclusa y la primera de las dos cance

Grandes Planes. Tercera parte.

   El cambio de actitud vital de Cansado Demás no se limitó al ámbito laboral; Se apuntó también al gimnasio, y en sus ratos libres no era raro verlo tirando de mancuernas ante la mirada escéptica del interno encargado del mismo, que negaba en silencio con la cabeza entre cucharada y cucharada de creatina. Pero su escepticismo no duró mucho. Cansado se lo estaba tomando en serio, y en cuestión de semanas tiraba de proteínas en polvo con la misma soltura con la que hasta hacía nada se mezclaba los orfidales con el ColaCao. El cambio físico empezaba a hacerse notable, y la ropa ya le quedaba apretada. Cansado aprovechó algo del dinero ganado con lo de los ajos para encargarle al demandadero ropa nueva: Un chándal Adidas negro con líneas blancas, un gorro de lana negro, y unas zapatillas de lona, negras también, entre otras cosas. Recién duchado después del gimnasio, con su ropa nueva, y en plena forma, nuestro héroe era una persona completamente diferente a la que había ingresado hacía

Grandes Planes. Segunda Parte.

  Cansado Demás empezó a trabajar en el taller de Ajos. Éste taller era el destino habitual de los novatos, aunque en el caso de Cansado casi podríamos hablar de primerizos, porque no me cabe duda de que era la primera vez que se enfrentaba a un trabajo remunerado (y legal). Las condiciones en este destino eran muy malas, y digo lo de muy malas por no hacer comparaciones escatológicas. Era raro que un interno aguantase en el mismo más de uno o dos meses antes de conseguir una plaza en un taller con tareas más cómodas o mejor pagado.   Cansado aguantó allí cuatro meses, y si ya la tarea sería penosa de por sí para una persona cualquiera, para alguien con sus antecedentes (y no me refiero a los penales) tuvo que ser un desafío digno de un héroe clásico. Llenar cajas de ajos separando las cabezas mojadas o podridas de las sanas y cortando el tallo sobrante, durante horas y días sin fin, es una tarea como para desesperar a cualquiera. Pero si tienes en cuenta que el sueldo eran doscienta

Grandes Planes

  Todos los que nos dedicamos a esta profesión nos damos cuenta con el tiempo de que nuestros recuerdos más vivos, las anécdotas que recordamos con más frecuencia, o los internos que nos causaron más impresión, se circunscriben a nuestros primeros años de servicio. Con los años lo raro se hace norma, y dejamos de ver lo singular en aquello que nos rodea. Pero hay excepciones.   Conocí a Cansado Demás cuando ya llevábamos  ambos unas cuantas temporadas jugando en esta liga, y cuando yo, al menos, pensaba que los había visto de todos los colores. Cansado me demostró en primer lugar que aún me quedaba mucho, pero mucho por ver. También que no había que bajar la guardia ni subestimar a nadie.   De Cansado Demás lo primero que llamaba la atención, ya os habréis fijado, era su nombre. Lo segundo, que le venía al pelo. Llegó un día en una cunda*, y pasó directamente al módulo de enfermería, lo que no es muy habitual. Se quejaba de un fuerte dolor de ciática, algo que es convenientemente d

Identifíquese

Hay muchas formas de mostrar tu compromiso con el medio ambiente; Desde beberte la cerveza directamente del grifo para no tener que reciclar el vidrio de los botellines hasta alimentarte de tus propios excrementos, el abanico es amplísimo.  Ambas opciones son buenas, pero personalmente aporto mi granito de arena en el trabajo. En cuanto me pongo el uniforme, me convierto en un electrodoméstico A+;  mi gasto de energía es mínimo. Así que aquí estoy en el acceso al módulo, una vez más, cuidando mi entorno. Y aprovechando que Jesús, un compañero, está tomando los nombre de los internos que van a salir al campo de fútbol, me he quedado en stand-by, para ahorrar más energía aún. Aunque visto desde fuera, admito que podría parecer que estoy dormitando, no es así en absoluto. Permanezco alerta al cien por cien. Los internos van saliendo de uno en uno por la puerta, dándole antes su nombre a Jesús, que lo anota en una libretilla. El monótono soniquete de las preguntas y respuestas es soporífe